La vitamina D y el sistema inmunitario: ¿Puede la vitamina D reforzar el sistema inmunitario? ¿Puede prevenir las enfermedades autoinmunes? El papel de la vitamina D en el sistema inmunitario.

La vitamina D refuerza y controla el sistema inmunitario

El importante papel que desempeña la vitamina D en la formación, activación y regulación del sistema inmunitario es un descubrimiento muy reciente, pero también uno de los aspectos más apasionantes de la investigación actual sobre la vitamina D. Las interacciones exactas aún no están totalmente probadas, pero cada vez hay más pruebas de que la vitamina D es un componente central del sistema inmunitario, esencial para la capacidad del organismo de resistir a las enfermedades.

La vitamina D influye y regula tanto el sistema inmunitario congénito como el adaptativo.

En el marco del sistema inmunitario congénito, la vitamina D estimula la producción de anticuerpos corporales como las catelicidinas y las defensinas, que tienen un efecto antiviral y antibacteriano. Además, estimula la destrucción de patógenos a través de los macrófagos (células macrofágicas).

Como parte del sistema inmunitario adaptativo, la vitamina D tiene una acción antiinflamatoria en la que las células TH1 y TH17 reducen el desarrollo de las células TH2 y estimulan las células T reguladoras. Este mecanismo está destinado a prevenir las enfermedades autoinmunes, ya que, por un lado, evita una reacción exagerada y, por otro, garantiza que el organismo pueda combatir los agentes patógenos de forma selectiva mediante la formación de anticuerpos.

Así pues, la vitamina D es esencial para la lucha contra las enfermedades agudas, pero al mismo tiempo inhibe el desarrollo de las enfermedades autoinmunes y la inflamación crónica.

Reforzar el sistema inmunitario con vitamina D

El calcitriol, una hormona de la vitamina D, actúa dentro del sistema inmunitario como una sustancia mensajera fundamental que regula la actividad de las células inmunitarias. En la superficie superior de cada célula inmunitaria hay receptores específicos de vitamina D a los que se une la vitamina D, desencadenando procesos inmunitarios específicos.

Si el sistema inmunitario reconoce un agente patógeno, las células inmunitarias convierten de forma autónoma la vitamina D de su forma de almacenamiento de 25-OH-vitamina D3 en vitamina D3 activa de forma creciente. Una vez transformada, la vitamina D3 se une a los receptores de las células inmunitarias y regula la respuesta inmunitaria del organismo. Por tanto, la vitamina D desempeña un papel especialmente versátil.

  • Es responsable de la distribución de los anticuerpos del organismo.
  • Modula la respuesta inmunitaria para inhibir la inflamación crónica.
  • Modula la sensibilidad del sistema inmunitario

Por eso la vitamina D se considera un «inmunomodulador»: por un lado, refuerza el sistema inmunitario, pero también regula la respuesta inmunitaria para que no tome el control dirigiendo la inflamación crónica y las reacciones autoinmunes directamente contra el propio organismo.

La vitamina D y la formación del sistema inmunitario

Es evidente que la vitamina D tiene una importancia capital en el proceso de formación del sistema inmunitario que tiene lugar en el útero, así como en los primeros años de vida.

Los estudios sugieren que una ingesta óptima de vitamina D intrauterina reduce el riesgo de padecer afecciones crónicas, especialmente asma, alergias y diversos trastornos de las vías respiratorias. La deficiencia de vitamina D en la infancia es también un importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades autoinmunes.

Una ingesta óptima de vitamina D intrauterina también contribuye a la formación de células T (iNKT), que desempeñan un papel crucial en el sistema inmunitario. Sin una cantidad suficiente de vitamina D durante las principales etapas del desarrollo, no se pueden formar células iNKT. Esto marca al niño para toda su vida, ya que según algunos estudios actuales en animales, es probable que esta etapa no se pueda recuperar en el futuro, lo que da lugar a una limitación irremediable de las capacidades funcionales del sistema inmunitario.

Por este motivo, es imprescindible que las madres se aseguren de tener unos niveles adecuados de vitamina D durante todo el embarazo. Para los bebés nacidos en los meses de invierno, la administración de vitamina D inmediatamente después del nacimiento es especialmente importante para permitir que el sistema inmunitario se desarrolle de forma natural.

Importante

  • La vitamina D regula y modula el sistema inmunitario.
  • La vitamina D es esencial para el buen funcionamiento del sistema inmunitario.
  • La vitamina D inhibe las enfermedades autoinmunes y la inflamación crónica.
  • La vitamina D es especialmente importante en invierno, para prevenir y combatir la gripe y las olas de frío.

Defensas inmunitarias congénitas y adaptativas

El sistema inmunitario se divide en dos partes:

  • El sistema inmunitario congénito o inespecífico
  • El sistema inmunitario adquirido o adaptativo

El sistema inmunitario congénito (inespecífico)

Proporciona una defensa inmediata y rápida contra las bacterias, los virus, los hongos y los parásitos: en pocos minutos el organismo reconoce y lucha contra los agentes patógenos penetrantes y los hace inofensivos. La capacidad del sistema inmunitario para distinguir las células propias de las extrañas es especialmente decisiva. Para ello, el sistema inmunitario congénito dispone de receptores innatos capaces de reconocer a los agentes patógenos con la ayuda de estructuras características. Estos receptores específicos, situados en la superficie superior de las células inmunitarias, sondean las células y distinguen los patógenos extraños en función de su textura característica en la superficie superior (patrones moleculares patógenos característicos, PAMP). Estos receptores celulares capaces de reconocer los PAMPs se caracterizan como receptores de reconocimiento de patrones (PRRs). Los receptores de tipo Toll (TLR) desempeñan un papel especialmente importante. Cuando estos receptores reconocen un patógeno, la célula aumenta intensamente la producción de vitamina D activa, lo que conduce a una mayor formación de anticuerpos corporales.

El sistema inmunitario adquirido (adaptativo)

Es la segunda parte del sistema inmunitario que se activa cuando las defensas congénitas son insuficientes o cuando ya se conoce un patógeno específico. El reconocimiento de patógenos funciona de forma algo diferente: células específicas reconocen y marcan a los patógenos, que pueden ser rápidamente reconocidos y atacados por mecanismos de defensa muy específicos. Otra diferencia radica en la función del sistema inmunitario adaptativo, similar a una especie de memoria: mediante la formación de células de memoria, el sistema inmunitario adaptativo retiene un tipo específico de patógeno y puede regularlo inmediatamente en caso de nuevo contacto con él. Así, el organismo es inmune a esta patología. La vitamina D favorece la formación de anticuerpos y regula las células inmunitarias individuales de manera que se evita la inflamación subyacente y se promueve la lucha selectiva contra los agentes patógenos.

La vitamina D refuerza el sistema inmunitario congénito

Las defensas inmunitarias congénitas se dividen en tres partes:

  • Barreras mecánicas y fisiológicas que impiden la penetración de patógenos.
  • Células inmunitarias que luchan contra los agentes patógenos
  • Proteínas especiales que actúan como sustancias mensajeras o luchan contra los agentes patógenos.

Las barreras incluyen la piel, las membranas mucosas y el tracto digestivo. En cada una de estas áreas, la vitamina D desempeña un papel clave en el mantenimiento de la salud de estos tejidos, preservando así sus funciones también para el sistema inmunitario.

Entre las células inmunitarias y los macrófagos que luchan directamente contra los microbios y los agentes patógenos se encuentran, por ejemplo, los llamados monocitos, los macrófagos y las células asesinas naturales (células NK). La vitamina D, a través de su influencia en los mensajeros inmunitarios (interleucinas), también influye en todas estas células.

Activa los macrófagos y los monocitos y es esencial para la formación de células asesinas naturales. La vitamina D se encarga de que los macrófagos (células devoradoras) destruyan realmente los agentes patógenos. Muchos patógenos han desarrollado un mecanismo de defensa que les permite sobrevivir dentro de los macrófagos, en cuyo caso la vitamina D también estimula la destrucción de los patógenos.

Las células del sistema inmunitario congénito, para luchar contra los agentes patógenos, despliegan principalmente sustancias inmunitarias especiales que son algo parecido a los antibióticos corporales dirigidos.

Son especialmente importantes los péptidos defensina y catelicidina, cuya formación depende directamente de la vitamina D: cuando se detecta un patógeno, las células inmunitarias regulan la producción de la hormona activa de la vitamina D hacia arriba. La vitamina D se une entonces a receptores específicos de las células inmunitarias, donde estimula la distribución de la catelicidina y la defensina. Así, la vitamina D funciona casi como un mensajero inmunológico y sin ella no se puede activar la formación de estos anticuerpos fundamentales.

La defensina, pero también la catelicidina, se caracterizan con frecuencia como «antibióticos corporales», ya que destruyen las paredes celulares de las bacterias de forma especialmente eficaz, dejándolas completamente porosas. La catelicidina, en particular, es muy eficaz contra los virus y los hongos, por ejemplo, impidiendo la multiplicación y la propagación de los virus en el organismo. Además, la catelicidina desempeña un papel esencial en la lucha contra las células cancerosas.

La vitamina D activa el sistema inmunitario adquirido

La segunda parte del sistema inmunitario es el sistema inmunitario adaptativo o adquirido, que se desarrolla sobre todo en los primeros años de vida, pero está en constante desarrollo durante toda la vida. A diferencia del sistema inmunitario congénito, esta parte de nuestro sistema inmunitario desarrolla reacciones y anticuerpos muy específicos para luchar contra patógenos concretos. Tras una lucha exitosa contra una infección, los anticuerpos y las células de memoria permanecen, de modo que pueden activarse inmediatamente si un patógeno idéntico al anterior entra de nuevo en el organismo.

Esta parte de nuestro sistema inmunitario está formada por una variedad de células, cada una con funciones diferentes:

  • Células dendríticas: detectan y marcan nuevos patógenos.
  • Células B: Reconocen los patógenos que combaten formando anticuerpos.
  • Células T: reconocen los agentes patógenos y los destruyen.

El complejísimo papel que desempeña la vitamina D en el sistema inmunitario adquirido es actualmente objeto de intensas investigaciones.

Por un lado, la vitamina D regula la tolerancia del sistema inmunitario, asegura que el mecanismo de reconocimiento de patógenos no sea hipersensible, ya que esto podría conducir a una inflamación constante, pero los propios tejidos del cuerpo también podrían ser atacados. Este proceso tiene lugar a través de la modulación de las células dendríticas, pero también promoviendo la activación de las llamadas células reguladoras T.

Por otro lado, la vitamina D regula directamente la respuesta inmunitaria. Su principal tarea es controlar el equilibrio de la respuesta inmunitaria. La vitamina D activa las células T, pero también inhibe su actividad excesiva. En ausencia de vitamina D, se forman células T autorreactivas que atacan directamente al propio organismo. Por lo tanto, la vitamina D es crucial para luchar contra los patógenos y, al mismo tiempo, para prevenir la autoinmunidad.

La influencia de la vitamina D en las células T

Dentro de las distintas células T, la vitamina D desempeña un papel que no se ha comprendido del todo hasta ahora. Por un lado, activa las llamadas células T ingenuas, garantizando así que sea posible una respuesta inmunitaria en primer lugar. Exclusivamente en presencia de la vitamina D, estas células pasan de una especie de modo de reposo a un estado activo, en el que se multiplican y pueden así luchar activamente contra los agentes patógenos.

La vitamina D también es necesaria para la formación de células T naturales, en ausencia de vitamina D éstas se producen en cantidades insuficientes. Las células NK-T desempeñan un papel decisivo en la lucha contra muchas enfermedades, pero también en la modulación de la respuesta inmunitaria.

Al mismo tiempo, la vitamina D modula principalmente la función de los linfocitos T auxiliares para que actúen de forma algo más tolerante y, sobre todo, reduzcan significativamente las reacciones inmunitarias inflamatorias. Esto tiene lugar a través de la inhibición de la actividad de las reacciones inflamatorias por parte de las células auxiliares TH1, así como a través de una mayor inducción de las células auxiliares TH2.

La vitamina D también induce la formación de las llamadas células T reguladoras, que, como su nombre indica, se encargan de regular la respuesta inmunitaria y mantener así un cierto equilibrio en la intensidad de la respuesta inmunitaria. Por un lado, hay que atacar a las células cancerosas y a los agentes patógenos, pero por otro lado hay que suprimir la autoinmunidad de los tejidos normales.

Vitamina D y enfermedades infecciosas

Varios estudios han encontrado una correlación entre la vitamina D y las enfermedades infecciosas.

Infecciones de las vías respiratorias

En presencia de niveles sanguíneos superiores a 30 ng/ml, las infecciones de las vías respiratorias son extremadamente raras, como indican muchos estudios.

Esta relación causal también se ha demostrado a través de diversos estudios de intervención. Un metaanálisis de 2013 analizó los datos de 11 estudios clínicos aleatorizados, doble ciego y controlados con placebo, con más de 5600 participantes, para investigar la influencia de los suplementos de vitamina D en la incidencia de las infecciones del tracto respiratorio superior.

El resultado: la ingesta diaria y regular de vitamina D conduce a una reducción del 50% de las infecciones. Sin embargo, este fenómeno sólo se observó durante la ingesta diaria, mientras que la ingesta de altas dosis mensuales de vitamina D no tuvo ningún efecto. Estos resultados son coherentes con los nuevos hallazgos sobre la vitamina D, que indican que sólo es eficaz cuando se toma a diario.

Vitamina D para la profilaxis y el tratamiento de la gripe (Influenza)

Las oleadas de gripe se producen casi exclusivamente en el periodo invernal. Este fenómeno se atribuye a la sensibilidad del virus de la gripe a la radiación UV, pero probablemente también al debilitamiento de las defensas inmunitarias durante el invierno. Todo esto demuestra una vez más que la vitamina D podría tener una importancia crucial también en este caso.

Las oleadas de gripe se producen constantemente cuando el nivel de vitamina D ha disminuido significativamente debido a la falta de luz solar y, por tanto, se acerca a los valores que determinan la existencia de una deficiencia.

Esta teoría ha sido confirmada por múltiples estudios, que han demostrado que el virus de la gripe puede ser contrarrestado por una ingesta óptima de vitamina D. Los estudios de intervención en este ámbito han indicado que la asimilación de tan sólo 1200 UI puede reducir el riesgo de enfermedad gripal hasta en un 64%. Algunos médicos han informado incluso de que una gripe ya probada puede curarse completamente en pocas horas mediante la asimilación de altas dosis de vitamina D.

La vitamina D y la hepatitis C

La vitamina D puede contribuir significativamente a mejorar el tratamiento de la hepatitis C, como han demostrado algunos estudios. Un meta-análisis de diferentes estudios mostró que la administración adicional de vitamina D aumentaba el número de pacientes curados en un 400%.

En estudios de laboratorio, se ha demostrado que las células del hígado son capaces de convertir de forma autónoma la vitamina D3 en la hormona de la vitamina D, el clacitriol, que tiene una acción antiviral extremadamente eficaz contra los virus de la hepatitis.

Vitamina D y enfermedades autoinmunes

Como se ha mencionado anteriormente, el papel de la vitamina D no es simplemente potenciar las respuestas inmunitarias, ya que en algunos casos su función es suprimirlas. Esto es necesario para evitar las reacciones autoinmunes que provocan reacciones de defensa inmunitaria dirigidas directamente contra las propias células del organismo.

Debido a estas relaciones de interacción, se supone que la vitamina D previene el desarrollo de enfermedades autoinmunes. Los estudios de correlación han confirmado esta tesis. Los estudios de intervención también han indicado que el riesgo de contraer esclerosis múltiple o reumatismo puede reducirse hasta un 40% mediante la toma de suplementos de vitamina D.

En estudios con animales, se han inhibido con éxito varias enfermedades autoinmunes experimentales con vitamina D, como la artritis, la diabetes de tipo 1, la esclerosis múltiple, el reumatismo y la enfermedad intestinal inflamatoria crónica. Los estudios clínicos con pacientes también han mostrado resultados muy prometedores, aunque todavía se necesitan más estudios debido a las bajas dosis administradas en algunos estudios.

Las investigaciones actuales sobre la diabetes de tipo 1, el reumatismo y la esclerosis múltiple son especialmente prometedoras. Mientras que en la diabetes y el reumatismo, la vitamina D parece tener un potencial principalmente preventivo, en la esclerosis múltiple, el tratamiento puede ser posible con vitamina D.

Resumen de la vitamina D y el sistema inmunitario

La vitamina D está demostrando ser una parte cada vez más esencial de nuestro sistema inmunitario. Sólo un suministro óptimo de vitamina D puede garantizar el pleno funcionamiento del sistema inmunitario. Esto es especialmente importante en invierno, ya que la vitamina D puede reducir significativamente el riesgo de contraer el virus de la gripe o los resfriados.

Una de las principales funciones de la vitamina D es regular el sistema inmunitario e inhibir las enfermedades autoinmunes. Las investigaciones actuales demuestran que la vitamina D desempeña un papel importante en la prevención de las alergias, el asma, la esclerosis múltiple y muchas otras enfermedades. La ingesta de vitamina D en el útero materno, pero también durante los primeros años de vida, es de suma importancia.

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